lunes, 10 de mayo de 2010

Tonta.

El tiempo pasaba. Las imágenes rodaban por su cabeza. No se explicaba qué pasaba, ni cómo había sucedido.
Se dejó caer sobre su cama, con la esperanza de dormir un poco. Cerró sus ojos y aferró con toda su fuerza la almohada contra su estómago. Como si eso hiciera que el dolor cesara.
Escuchaba las manijas del reloj contando los segundos, los minutos...
Algo no iba bien. No se dormía. No hacía otra cosa que mirar su móvil. Esperaba que él se acordara de ella, que la llamara preguntándole como estaba, pidiéndole perdón, que por favor no estuviera enfadada.
Bueno una llamada es mucho, pensó. Con un mensaje se conformaba, un simple mensaje en el que le pusiera que lo sentía. Que de verdad se le había pasado por completo su cita.
Pero ese mensaje jamás llegó. Ni siquiera un simple toque. Con el que pudiera imaginar que se acordaba de ella o que tal vez quería hablar. Eso tampoco sucedió. Su móvil no se encendió, no avisó de ninguna llamada perdida o algún mensaje sin leer.
Así que volvió a suspirar. Y se limitó a cerrar los ojos intentando pensar en otra cosa que no fuera en lo tonta que se sentía.

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