miércoles, 5 de mayo de 2010

Sonrisas.


Ven aquí. Déjame recorrer tu cara con mis dedos. Desde tu frente hasta tus labios. Esos labios que tanto me gustan, de los cuales me pasaría el día entero besándolos. No, no, mejor mordiéndolos. Luego quizás te pida que me sonrías. O simplemente llenaré tu mejilla de besos. Cientos de besos seguidos. Con cariño, con ternura. Sólo con el propósito de que sonrías. Con una sonrisa tonta o con una sonrisa pillina. Quién sabe, todas tus sonrisas me gustan. Y me valen para dibujar una en mi cara.

Ven aquí. Abrázame. ¿No ves que te lo estoy pidiendo a gritos? Mis brazos te llaman. Mis manos te reclaman. Por favor vuelve a hacer lo del otro día. Coge mi mano y llénala de pequeños besos hasta mi cuello. Para luego darme uno dulce y largo en los labios. Me haces estremecer. ¿Lo notas? Seguro que sí y que ese es el motivo por el cuál no dejas de hacerlo.

Ven aquí. Cierra los ojos. Mantenlos cerrados mientras yo te miro. Eres tan bonito. Ahora ábrelos y me verás sonriendo. Quizás tú sonrías al verme. ¿Significa esto algo? No, claro que no. No ha pasado a penas un mes, esto no puede ser nada. Pero aún así tú consigues ponerme nerviosa fácilmente. Con un simple beso en el cuello.

Ven aquí. Suspiro. Me besas cerca de la oreja. Me muerdo el labio inferior. ¿Cómo lo consigues? Cierro los ojos y arrugo la nariz. Tu olor me engancha. Me sigues besando. Mi imaginación vuela. Mis manos juegan en tu pelo. Tú sueltas una risa y me muerdes en la clavícula. ¿Qué me pasa? Estoy nerviosa. ¿Qué es esto que noto en mi estómago? No me dejes tiempo para pensar. Busco tu boca. La encuentro. Nos besamos entre sonrisas. Sonrisas cómplices. Esas que tanto me gustan...

Ven aquí. Y si no es mucho pedir, no te vayas lejos.

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