lunes, 27 de diciembre de 2010

Momentos.

La habitación no es muy acojedora. Bastante pequeña me atrevería a decir. Pero de cierto modo lo prefiero. Así tus pies se ven obligados a enredarse con los míos a cada movimiento que intentas hacer en la estrecha cama. A veces incluso nos golpeamos la cabeza cuando queremos darnos la vuelta. Entonces sonreímos. Con timidez. Luego con cariño al mirarnos a los ojos. Me abrazas.
Ya no hay vuelta atrás, ya me has hecho tuya.
Y yo empiezo a pensar en el futuro. En lo bien que me lo pasé y en lo estúpidamente feliz que me sentí cuando me dijiste que realmente me había puesto preciosa para ti.
Mientras tanto tú, insconcientemente me seguirás abrazando. Creando falsas ilusiones con tu respiración acompasada a la mía. Llegando hasta el punto de lograr que piense que me gustaría acostumbrarme a tu compañía por las noches. Pero no, tus pensamientos irán mucho más lejos. Pensando una buena excusa para plantarme la semana que viene. O cavilando cómo llevar a la próxima chica justo donde me tienes a mi ahora. Suspirando en tu nuca después de haber gastado mi último gemido para ti. Ajustando mi cuerpo al tuyo para hacértelo todo más fácil...
Tras estos pensamientos llegan tus remordimientos. Pegas tu frente a la mía y cierras fuerte los ojos. Das gracias a Dios de que yo no sepa leer los pensamientos.
Pero te equivocas en algo. Sé muy bien que estás en el punto de que quieres todo menos perderte entre las mismas piernas cada noche.

1 comentario: