Sé las ganas que tienes de que te odie. Se lo mucho que te atrae la idea de profundizar en mi dolor, de meter el dedo en la herida y apretar, y de verme sangrar. Y de percibir en mis ojos la agonía, y sentirte un monstruo, y poder salir corriendo.
Pero te encuentras con que sigo ahí, acompañandote, y quieres destrozarme a la par que abrazarme. Porque por mucho que te odies a ti mismo en medio de toda esa confusión y laberinto, en el fondo, nadie quiere estar solo.
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