miércoles, 16 de marzo de 2011

Deja que averigüe a qué sabe tu boca.

Se lo había imaginado miles de veces. De miles de formas distintas. Hasta incluso había soñado con ello. Pero en todo había algo que coincidía, siempre era él. Su cara, sus manos, su sonrisa. Quería que fuera perfecto. Le gustaba echarse en la cama y cerrar los ojos, a la misma vez que abría su mente a un amplio abanico de posibilidades, de maneras, lugares...
Tenía claro que iba a ser algo increíble. Pero no se daba cuenta de que fallaba en algo. Lo estaba haciendo demasiado planificado. En cosas de este tipo no se puede planificar, lo mejor es lo improvisado, lo que surge y no se puede parar. Y así pasó. En un lugar en el cuál no lo había pensado. En una noche con la cuál no había soñado. Pero ahí estaban los tres: él, ella y por supuesto las inmensas ganas que se tenían. No lo vio venir, tampoco quiso pararlo. O quizás sí. Un pequeño debate estallaba dentro de ella, pero sin que se notara, no quería interrumpir. Le miró a los ojos un instante y aunque sabía que no era como lo había planeado el simple hecho de que era él la hizo estremecer. Eran sus labios recorriendo su cuello, sus manos investigando por debajo de su camiseta, su aliento subiendo hasta su oreja... Así que se rindió.
Un último pensamiento apareció antes de desconectar: "¡Qué le den a la perfección!".

No hay comentarios:

Publicar un comentario